Arnau Borrás
Pere Aragonès salía a dar su discurso el día 26 de diciembre con los mismos mantras de siempre: Rodalies, amnistía… y evidentemente, referéndum. El presidente del Govern más débil que se recuerda sigue insistiendo con las peticiones habituales que en los últimos meses ha reclamado ERC. Sus palabras tuvieron respuesta por parte del Gobierno, con unas declaraciones de Pedro Sánchez que tenían como objetivo bajar los humos al máximo representante político de Cataluña.
«Nada nuevo bajo el sol», respondió el presidente del gobierno cuando se le preguntó sobre las exigencias del padre Aragonès. El líder socialista está en condiciones de ceder con Rodalies pero también con la amnistía. Y también de no imponer elecciones anticipadas en Cataluña. que Salvador Illa quizá apenas promueva, pero que las matemáticas parlamentarias y las hipotecas políticas de los socialistas están frenando.
Pero el referéndum es algo que, por lo menos a corto plazo, Pedro Sánchez se niega a conceder. En un futuro no se sabe si optará por un nuevo «cambio de opinión», en estos momentos, con la tramitación de la Ley de amnistía, el presidente del Gobierno tiene a los procesistas donde quería. Y, ahora mismo, no tiene la necesidad de traspasar la línea roja que es el referéndum y que supondría, más allá de su tumba política, un terremoto a nivel político, social y económico que actualmente, con una mayoría tan frágil y medio país en contra, no se puede permitir.
Pedro Sánchez necesita de los votos de ERC y Junts, pero los procesistas también necesitan al PSOE para sus intereses. Ninguno de los dos partidos del independentismo institucional están dispuestos a votar una moción de censura de PP y Vox. Estaría en juego no solamente la amnistía. También el grupo parlamentario propio en el Congreso -que son 2 millones de euros para cada uno- o la batalla por oficializar el catalán en Europa.
De hecho, la Generalitat ha llegado a admitir que, al igual que el Gobierno, sí tiene equipo para obligar a Sánchez a hacer cualquier cosa. Además, el procesismo cada vez resulta menos poderoso, lo que se demostrará en las próximas elecciones catalanas. Las encuestas esperan una caída de ERC y Junts, en unas elecciones donde todo indica que Salvador Illa ganará cómodamente.
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