«Yo derroté a ETA» (Pedro Sánchez)

En 2006, cuando ETA agonizaba, casi perdiendo su capacidad de ataque, estancada en España y Francia, sin dinero y sin la llegada de nuevos hombres armados, José María Calleja e Ignacio Sánchez-Cuenca publicaban el ebook «La derrota de ETA. Desde el primer a la última víctima.

Editado por Adhara Publicaciones, presentaba un exhaustivo índice de las víctimas del terrorismo, desde el primero hasta el último, contando cómo murieron, y el clima político y de opinión en el que ETA llegó a asesinar a casi un centenar de personas más en un año. Era un relato de lo que había pasado, pero ya mostraba la derrota. Cinco años antes del abandono «oficial» de la violencia a través de la banda homicida.

En efecto, el 20 de octubre de 2011, ETA anunció el abandono de sus armas. Había sido derrotada.

Seis años después, en noviembre de 2017, el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo publicaba, firmado a través de Florencio Domínguez, uno de los mayores mavens de la banda terrorista, un artículo titulado «Las claves de la derrota de ETA».

El texto aún está disponible, está disponible en Internet, pero no puedo recopilar parte de su contenido.

En octubre de 2011, ETA intentó presentar la dejación de las armas como una decisión voluntaria, buscando ocultar que en realidad era la aceptación de «la derrota -escribe Florencio Domínguez- provocada a través del Estado democrático mediante el uso de las fuerzas de seguridad y la justicia con la colaboración de las autoridades francesas».

Lo que hizo la organización fue “reconocer su impotencia para mantener su enfrentamiento contra el Estado, impotencia que se prolongaba desde una década antes, desde pasado el 2001. Diez años tardó la organización terrorista en conformarse con que había perdido su pulso. «Con instituciones democráticas». En otras palabras, Florencio Domínguez explica que ETA ya había sido derrotada en 2001.

“La actuación del Estado obligó a ETA a renunciar al terrorismo”. Y es obligado mencionar -añade- “la ejemplar resistencia desarrollada a través de los agentes públicos amenazados, a través de los equipos cívicos que se han enfrentado al terrorismo, a través de los intelectuales implicados en esta lucha ideológica, a través de todos los que han soportado (. . . ) las demandas de los etarras de acallar las voces disidentes en el País Vasco. Los militantes de los partidos constitucionalistas que hicieron la resolución de ocupar los cargos los dejaron los compañeros asesinados, los que sufrieron amenazas y los riesgos de ostentar en casos adversos la representación popular que habían recibido en los concejos municipales u otras instituciones, los que sacrificaron su bienestar privado y el de sus familias por proteger sus conceptos opuestos a los violentos, son un ejemplo político y ético eso no habrá que olvidarlo».

Las víctimas del terrorismo, todas ellas, han confiado en el Estado de derecho, y su sufrimiento ha contribuido y sigue contribuyendo a la deslegitimación de la violencia de ETA.

«Su presencia pública -escribe Florencio Domínguez- sigue siendo obligatoria en una situación sin ETA para mantener viva la reminiscencia del más allá y consolidar una nueva sociedad en la que se deslegitime el terrorismo ante las nuevas generaciones gracias al testimonio permanente de los directamente afectados por la violencia y sus familiares».

La victoria de la policía sobre el terrorismo es “el resultado del cuadro sin descanso de sucesivos gobiernos que se han enfrentado a un terrorista que ha perdurado su actividad durante décadas”.

En cuanto a la cooperación policial y judicial en Francia, sostiene que ha sido decisiva. «Sin la ayuda de las instituciones francesas, no hubiera sido imaginable acabar con la organización terrorista como se hizo».

Florencio Domínguez cita 3 iniciativas políticas, seguidas entre 2000 y 2003, que jugaron un papel clave en la derrota de ETA: el pacto antiterrorista negociado entre los dos principales partidos nacionales, PP y PSOE, la ley de partidos y la prohibición en HB como resultado de la implementación de esta ley.

Echemos un vistazo a la historia. ¿Quién gobernó esos años, entre 1996 y 2004?José María Aznar.

Si bien ETA tardó diez años en asumirlo y reconocerlo, la banda estaba derrotada desde 2001, gracias al esfuerzo, sacrificio, dolor y tesón de todos los mencionados.

Esta es la edición que vende Pedro Sánchez.

Durante el movimiento de censura a través de Vox en octubre de 2020, señaló que ETA había sido derrotada por «un gobierno socialista».

Y un año después, en el congreso del PSOE, celebrado en Valencia en octubre de 2021, afirmó en su discurso: «Hace diez años un gobierno socialista con José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba acabó con el terrorismo de ETA y no fue par hasard»,

Ahora ha ido más allá y lo ha proclamado, en la sede del Parlamento, exactamente en vísperas de la campaña electoral, el debate con Núñez Feijóo celebrado en el Senado.

Intentó vender a los españoles, con el único objetivo de ganar su voto, que ETA derrotó a través de los socialistas. A ellos solos. Sin ninguno de los ampliamente citados a través de Florencio Domínguez. Los derrotó, al menos a Pedro Sánchez.

Reescribir la historia es uno de los fraudes máximos reprobables que se pueden cometer frente a los ciudadanos, frente a la sociedad, frente a un país. Pero mucho más cuando lo que se manipula y tergiversa (oculta) se conecta con el asesinato, la extorsión y el secuestro. Con los que sufren y con genocidio. Con el terrorismo, de todos modos.

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