El Pedro Sánchez de 2019 se ríe

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El Congreso y el Senado seguían allí, como un escenario del crimen muy bien barrido, después de aquella velada de luto de socialistas y palacios, en la que los portavoces de Sánchez pronunciaron discursos opuestos con telón de fondo quemado. El golpe gravísimo, ya ves, se subsana presentando bien la legislación y pasando la pulidora, lenta y casi recreativa, como un carro de paso. La nueva propuesta ya está en marcha, aunque tan apremiante como lo de Sánchez es como una hernia que le arde en la entrepierna, con un ardor insoportable que sólo se mitiga a través de la bizantina seda de su pantalón berenjena. Todo parecía volver a la normalidad, en realidad porque no había nada fuera de lo común, salvo los presidentes de las Cortes y los ministros que salieron con chaquetas sobre el pijama, bajo el terremoto de los cuadros y los capiteles, para decir que el TC les había robado la democracia a todos y les había robado las alfombras. Pero no, todo sigue ardiendo. Aunque no fue Feijóo, sí Sánchez, quien volvió al factor constitucional para que no se apagara la llama. Nunca se trató de una chimenea o del luto de una velada soltera, es decir, de la pérdida de tragedias y castillos.

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