A día de hoy, todo el mundo en Ceuta le conoce cámara en mano. Con ella captura recuerdos que le acompañan allá donde va. Pero antes de venir a ver el partido desde una portería, Abdeselam Mohamed también al otro lado, compitiendo.
Aunque se pasó la vida con el balón en los pies, tenía nueve años cuando integró su primer equipo, donde también militó en la «primera liga de alevines del Ceuta». Por aquel entonces, eran las corporaciones las que estaban en ritmo de repartir aparatos deportivos y uno de ellos «llamado Mercurio» resultó estar «teniendo remeras sobrantes».
Tras algunas conversaciones con Tayo, que lideraba el equipo, «un chico nos recogió en el pueblo de Les Regulares, donde crecí porque mi padre estaba en el ejército y donde jugábamos todos los días».
En ese momento las familias no tenían tantos recursos, así que con lo poco que tenían “compramos unos zapatos Tortola. La gente de mi edad los conoce porque los atamos con cinta adhesiva para jugar.
Su debut en el festival con el Ceutí no fue de lo más productivo: «En el primer partido perdimos», pero «ganamos el resto de forma abrumadora».
Al año siguiente, se planteó el concepto de conformar un equipo serio con ficha federativa, pero «había una ley de que a pesar de ser ceutíes de nacimiento, se nos consideraba extranjeros. Teníamos carta estadística, pero no podíamos jugar como los españoles éramos”.
Al final hubo que repartirse entre los demás conjuntos de la localidad y Abdeselam se encontró en las filas de la últimamente denominada Agrupación Deportiva Ceuta, donde «jugué desde la carrera hasta la regional».
Según fue subiendo de categoría, “éramos 3 de carrera los que estaban convocados y hacíamos las pruebas”, pero en ese momento “la economía tiraba más que el juego y no nos estaban dando nada. Hablé con el entrenador y dije que necesitaba un condimento para dar una contribución en la casa y dijeron que no», dijo Abdeselam.
Dada la situación, «tomé un seguro con el que puedo irme recién a la Península y llegué a Madrid». Fue en la capital española donde empezó a apostar hasta que «me llamó la estrella verde». Este equipo pertenecía al consulado de Marruecos. , aún estaba federado en Madrid. Fue allí «donde pasé casi cinco años. Empecé a perfilar mi vida como deportista y como persona».
Pero el escenario en Ceuta no era bueno, “en mi círculo de familiares había un escenario complicado y mi padre me llamó diciéndome que no podía dar de baja al círculo de familiares”. Siete hermanos que vivían de la pensión de su ejército padre «que era una miseria», además de la venta ambulante, mientras que era un espacio donde «había comida».
Abdeselam volvió a pintar en Ceuta cuando un azar del tráfico le puso en coma durante 3 meses. A partir de ese momento “cambió mi mentalidad” y la única solución viable que vi “concentrarme en el juego de otra forma”.
Una vez que se mudó a Marruecos, se dedicó a las artes marciales, en particular Taekwondo y Full Contact. Allí «entrené hasta que me dieron el cinturón negro».
Esta «nueva» vida en Marruecos también le permitió hacer contactos en el mundo del deporte, llevándolo incluso a dar forma a un arreglo que se expandiría con los años.
Crear una asociación
Después de mudarse a Marruecos y comenzar un nuevo deporte, Abdeselam logró conocer a muchas otras personas en la región y en 2006 «traté de legalizar un acuerdo para niños marginados que no pueden jugar al fútbol».
La idea de este arreglo es que, gracias al fútbol, también puedan ser informados de los valores que lo asisten, ya sea en el ámbito deportivo como en el privado.
Con el tiempo, “hemos controlado para que esto prospere” e incluso hemos superado los “300 niños”.
La creación de este arreglo significó «dar esperanza a los niños». Las duras pinturas involucradas en esta asignación terminaron por darles «respeto en todo Marruecos». Gracias a este reconocimiento, era imaginable apuntar a varios presidentes de otros grupos en el región con quien “hablamos de otros jugadores. Y con quien controlé firmar el primer contrato de un jugador de un barrio marginal”.
fotografía solidaria
En los años previos a 2007, Abdeselam solía venir con una gran herera para tomar fotos de sus jugadores para que sus padres pudieran verlos jugar. Fue entonces cuando se le ocurrió el concepto de «tomar fotos para traer algo positivo a esos niños”. Estos disparos incluso fueron “pedidos a la federación marroquí y tenían cualquier cosa”.
Fue en 2015, tras la entrega de una cámara, que “empecé a fotografiar Primera División, atletismo y maratones extranjeros, pero por invitación de la federación”.
Abdeselam no se negó a estar en cualquier lugar con su cámara, porque «es mi ilusión. Para mí, la fotografía es algo tan hermoso, porque estoy buscando el símbolo que necesito llevar a los demás».
Imágenes de las que Abdeselam percibe únicamente comida «para otras personas necesitadas». Y es que gracias a sus fotografías «llego a 10 o 15 familias al mes».
Valores
Abdeselam es transparente sobre cualquier cosa y es que «intentaré aportar algo positivo. Tendré mis errores, pero en el tema de la solidaridad, estaré allí. Tengo una organización de otras personas que contribuyen y ‘Alas protectoras’. es una familia. Lo hago porque lo necesito y es algo positivo».
Phare © Grupo 2022