Pedro Sánchez habla muy bien. Tiene facilidad para hablar, se expresa con claridad, sin insistencia ni exageración. Es un orador justo, Redondo se merece adelantar no hablar tan rápido, hay muchos entre los que lo escuchan y no perciben lo que dice porque el presidente se come sus propias palabras, como si tuviera prisa por terminar el discurso.
Otra cosa es lo que dice Pedro Sánchez, su verbo se convierte en una verborrea fundada en el autoelogio, la afirmación en el Congreso de que hay que ser humilde ha provocado la risa de una abundante porción de los miembros.
Pablo Casado, seguro de sí mismo en el foro del Congreso, demostró, sin consultar un artículo, las políticas sanitarias, económicas, sociales, institucionales y pictóricas de Pedro Sánchez. El líder del Partido Popular habló con precisión y humor y destituyó al Primer Mandatario. Ministro de la habitación.
Se entiende que el líder del psOE Sanchista evita, en la medida de lo posible, el enfrentamiento con Pablo Casado, quien creyó en esta instancia que todo le iría bien en su informe sobre la crisis de aptitud física al Congreso de los Diputados, se equivocó. Pablo Casado lo dobló, en las reproducciones de las palabras de Sánchez y el líder de la oposición que hicieron los canales de televisión, casi todos similares al sanquismo, fueron manipulados diligentemente para que Pedro Sánchez guardara su rostro.
Renuncio a la investigación del resto de intervenciones porque los lectores de El Imparcial y yo estamos cansados de la repetición y la vulgaridad.