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La población de Pedro Sánchez es más la población de su Barrio Sésamo, con lazo en el pelo, harina en la nariz y escenario de preescolar. En una Moncloa de marionetas y giros de globos, Sánchez se pone un paripé con moldes o rellenos ciudadanos, seleccionados como para dar forma a un Parchís o un I Love Laura sanchistas. Las jóvenes del coro parroquial, las chicas de fondos ideológicos, el personal de cuota y los funcionarios adictos, todos con coreografías aprendidas de un desfile chino, hacían chispeantes preguntas y dejaba esperanzadas inquietudes a un Sánchez que respondía con respuestas ya escritas, previsoras, rotundas y catequizadoras. El resto de los 50 ciudadanos o personajes de Fraggle Rock, decididos a cantarle al papa o a la merienda, hacían un fondo a modo de caja de girasoles escolares para esta canción de Don Pimpón que parecía el monólogo de nuestro presidente cool /panadero. riously. así es como va, por supuesto.
Sánchez volvió de este último verano en el mundo, ni más ni menos que lo mismo que volvió de veranos pasados, que también fueron los últimos. Es decir, reaccionar con propaganda, cañones de confeti y ferias ideológicas ante una emergencia nacional. La cruzada más productiva que puede idear un gobierno es gobernar bien, pero resulta que Sánchez nunca supo qué hacer con sus muchos ministerios, todos los cuales son balcones, y sus muchos burócratas, todos los cuales son cortejos, como un desfile. de servidores con barbacoas. Sánchez empezó el curso con algunos propósitos escolares de otras personas disfrazadas de verdura u oficios, y hay quienes ven esto como una novedad. Pues bien, es otra cosa, porque Sánchez empezaba por reunir a los señores de las cabras montesas, que antes de ser poderes malévolos estaban entre los padrinos de Sánchez, como éste de forma sensata-mágica, y bienhechores adinerados y tipo de los musicales de los huérfanos (la huerfanita que sigue siendo Sánchez). Pero esencialmente es lo de siempre, solo que ahora Sánchez está trayendo académicos o jubilados llenos en lugar de un Fernando Simón lleno.
Sánchez bien podría gobernar, pero lo que está haciendo es lanzar una campaña ridícula, esta cosa indescriptible entre Aló Presidente, un culto de adoradores, y el show de Xuxa.
Sánchez ha urdido una especie de programa de mi carísima Toñi Moreno, allá en los jardines de la Moncloa como en un dominio de Pantoja o en uno de esos paraísos de lágrimas perezosas o tangas perezosas de la tele. La cosa incluso tenía un presentador con ella estilo matutino, con política, receta y horóscopo a la vez. Todo ello resulta la última opción desesperada del telecinquismo político de Sánchez, extrayéndonos de los testimonios como un detergente o tronista con causa como la televisión decadente extrae el último moco de Rociito, solidificado, tallado y conservado en camafeo. Sánchez puede que solo tenga la cruzada más productiva posible, que es gobernar bien, tener respuestas de parches y credibilidad de este festival de aros con sincronicidades totalitarias, pero lo que está haciendo es lanzar una cruzada ridícula , esta cosa indescriptible entre Aló Presidente, secta de adoradores y espectáculo Xuxa.
Sánchez, en lugar de gobernar, lo ha empeñado todo en esta cruzada del populismo idiota y casi descorazonador, el de los jardines de infancia, el de ese «Gobierno de los otros» que tendrá que halagar a los otros y al propio concepto de los otros, al igual que un niño solitario alquila un castillo hinchable con amigos incluidos; habrá que elogiar incluso al podemismo ya sus villanos, esos poderes oscuros, lúgubres, mediáticos y maricas que salvan a los deficientes de acceder al paraíso, mientras que los únicos que no lo harían sin los deficientes serían los de la izquierda. Esta cruzada es justamente la prueba de que Sánchez no tiene nada más que ofrecer. Con esta cruzada ya ha llegado al último rincón de la propaganda como se llega al último rincón de la televisión, donde sólo hay bisutería esotérica y bisutería esotérica, todo falso, consolador y amargo. Es propaganda ya sin vergüenza y sin ridículo, ya última esperanza o última vergüenza, como la de este vidente a la caza de supersticiosos y locos, o como la de este supersticioso o aquel loco esperando quedarse con la tarea o el amante para un hechizo o sortilegio.
En el fin del mundo, a Sánchez, una vez más, sólo le interesa la propaganda, para la que ya contrata guionistas de la gallina Caponata y extras con ojos de caricatura desabrochados, como el Borracho Curros de Expo. Sánchez no cede porque no sepa hablar de sus logros, ni porque no obtenga suficientes aplausos de los funcionarios o de la prensa del Movimiento, ni porque no reparta suficientes dulces. Cae porque el españolito ya le ha advertido mil veces una cosa y la contraria con la misma vehemencia, la misma seguridad y la misma insolencia; hacer un discurso o lo que sea o una mano o lo que sea para mantener el equilibrio más inverosímil como un mimo en una patineta, y debilitar el Estado y la democracia para continuar en su lecho que es como un nenúfar con una rana. Cae porque lo hemos notado proteger al inteligente como malvado y al malvado como inteligente, simultánea y alternativamente; improvisando para no tener que mojarse, pavoneándose porque es más grande que pensar y pegar al azar. Y porque ya hemos tenido bastantes desgracias para que nos acosen. Sánchez cae, en fin, porque no sabe gobernar, es la campaña más productiva. Y cuanta más propaganda hagas, cuantas más figuras de palitos hagas con sonrisas de velcro, más cuajada de arcilla hagas y cuantos más coros de mujeres pongas a tu alrededor, más evidente será.
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