La guerra de Rusia en Ucrania y las tensas relaciones de la Santa Sede con China son el telón de fondo de la visita del Papa Francisco a la ex república soviética de Kazajstán, donde se reunirá con la pequeña red católica y participará en una convención interreligiosa que pretende promover la paz y el diálogo. .
Francisco llegó el martes a nursultán, la capital, para reunirse con el presidente Kassym-Jomart Tokayev, escala estatal de su estancia de tres días. El miércoles y el jueves participará en una asamblea interreligiosa con más de un centenar de musulmanes, cristianos, Judío, sintoísta y de otras religiones de unos cincuenta países.
El centro de atención de la escala papal en quizás sean las oportunidades perdidas: Francisco debía reunirse con el jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa al margen de la conferencia. Pero el patriarca Kirill, quien justificó la guerra en Ucrania, canceló su último mes.
La presencia de Francisco en la capital coincide con la del presidente chino, Xi Jinping, en su primer viaje al exterior desde la pandemia del coronavirus.
Xi no asistirá al congreso devoto. Durante el vuelo a Kazajstán, se le preguntó a Francisco sobre una posible reunión con Xi. Su respuesta: «No tengo noticias al respecto. Pero siempre estoy en condiciones de pasar a China».
La Santa Sede y Beijing han tenido relaciones diplomáticas durante más de medio siglo, y las dos partes se postulan para renovar un discutible acuerdo sobre el nombramiento de obispos católicos en China.
Todo esto pone de relieve la conferencia interreligiosa, una ocasión trienal principal en Kazajstán, un país que limita con Rusia por el norte y China por el este, y que tiene unos 130 grupos étnicos. Es el patrón de la política exterior y un reflejo de la población multicultural y multiétnica de un país encrucijada entre Oriente y Occidente.
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