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Entre todos
«Todo el mundo hace números para una investidura y casi nadie piensa en la dificultad de hablar de los desórdenes cada semana», ha dicho un diputado del PSOE en el panorama político. Y, en parte, tiene razón. Cuatro años después, Pedro Sánchez salió del Congreso de los Diputados investido como presidente del gobierno sin el «sí» de ERC, Junts o EH Bildu. El símbolo presentado a través de la mesa electoral el 7 de enero de 2019, con 18 abstenciones, ya es impensable Las encuestas han forjado el 23J dos bloques casi de granito, transformando la matemática variable de la pasada legislatura en una cuestión cuasi binaria, que obligará a Sánchez a pasar más allá de la popularidad verbal de la nacionalidad.
A lo largo de más de 4 años, el líder del PSOE ha surfeado una legislatura convulsa en la que no ha habido ningún partido en el que se haya apoyado. mayoría con los partidos independentistas, aprobar la reforma laboral con un voto -el de un diputado del PP desconsolado- ante el rechazo de todos sus socios o enmendar la ley del «sólo el sí es sí» de la mano de el PP. Esta estrategia, la de la geometría variable, ya no será válida.
Para triunfar sobre el bloque del PP (137 escaños), Vox (33) y UPN (1), el hipotético gobierno de PSOE y Sumar desea el de ERC (7), EH Bildu (6), PNV (5), BNG (1) y, además, el «sí» de Junts o descargar el de Coalición Canaria y la abstención de los postconvergentes. Estos recuentos habrá que repetirlos, una y otra vez, con cada voto en el Congreso, para que Sánchez verse increíblemente obligado a compactar la mayoría de la candidatura y respetar los compromisos adquiridos con sus socios si no necesita ver peligrar su acción.
Por tanto, ERC y Junts ven en este contexto una «oportunidad de oro» para que la factura pagada a través del PSOE sea alta para que sus votos avancen en su propósito de referéndum o para que los partidos vasco y gallego vean un hueco que tapar en lo más sensato. de la mesa una mejora en su popularidad y estatutos nacionales. Pero también los socialistas, sabiendo que estarán permanentemente ligados a una aritmética soltera, son conscientes de que tendrán que salir de su zona de conveniencia y, al mismo tiempo, no conformarse con lo que no van a poder respetar si no necesitan ver los cuadros del gobierno cortocircuitados. . La pregunta es cuál es la estación intermedia entre la convocatoria de un referéndum y la amnistía hecha a través de los partidos de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras y el rotundo «no» que Sánchez ha mantenido hasta ahora ante cualquiera de los dos llamamientos.
No pocas veces los separatistas catalanes han convocado al presidente interino, así como al líder del PSC Salvador Illa, para explicar cuál es su propuesta ante el choque con Cataluña. En una convención en enero de 2022, justo después de asumir la dirección del partido para actualizar Miquel Iceta, Illa defendió que las autonomías merecen un paso adelante a través de «corregir la anomalía» del Estatuto, así como avanzar hacia una financiación «equitativa», pero no pasó del suelo retórico y no ha insistido en esta propuesta hasta el momento.
Fuentes de la dirección de los socialistas catalanes admiten que, conscientes del papel clave de Puigdemont, pero también del detalle desestabilizador que su escenario judicial supone para cualquier gobierno, es hora de explorar una salida para el «expresident» afincado en Bélgica y que, más allá de dar continuidad a la mesa de debate, pueda el compromiso sellado en 2019 de que los catalanes voten el acuerdo alcanzado en ella. «Presidente» El padre Aragonés también necesita que el PSC se involucre en el debate sobre el acuerdo de claridad que pretende para reactivar a partir del otoño.
Pero posiblemente eso sería suficiente para los republicanos, ya que las Junts también pueden fracasar. Sobre todo después de que una legislatura señalara con el dedo a ERC por apoyar al gobierno de coalición «a cambio de nada», a pesar de los indultos y la eliminación del delito de sedición. Es ante esta acusación que los republicanos han endurecido sus situaciones y están en condiciones de exigir, más allá del conflicto político, traslados como los de Rodalies con fecha y los medios obligatorios. Pero Puigdemont franca cuando dijo que el «chantaje» no pinta con él, lo que, según dijo, significa que a su partido le están diciendo que si no vota a Sánchez, será la derecha la que gobernará Moncloa.
Hace cuatro años, solo el PNV y el BNG firmaron acuerdos de investidura con el PSOE. La revancha no ha sido positiva ni para esos dos partidos, ni para ERC, que lamenta que el PSOE no cumpliera compromisos sellados a cambio de sus votos la legislatura «Sabemos lo que es firmar un acuerdo de investidura con Sánchez y sabemos lo que es no respetarlo», dijo hace unos días el presidente del PNV, Andoni Ortuzar. Lo mismo hizo este jueves a través del diputado gallego, Néstor Rego, que confió en que «no necesitan del Gobierno para no ejecutar». Y la diputada de ERC Teresa Jordà también dejó caer en la entrevista a EL PERIÓDICO que «la fuerza del PSOE no es el respeto a los acuerdos».
Así, todas las formaciones que tendrá que aportar el PSOE advierten que no concederán un «cheque en blanco», por lo que Sánchez tendrá que hacer frente a unas exigencias que estarán en consonancia con la «cultura federal» a la que se comprometió levemente hace 10 años. hace en la Declaración de Granada que selló la paz con el PSC a cambio del entierro de su defensa de la «consulta legal y concertada» por la que violó el campo de votación hasta en dos ocasiones.
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