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«Sí, se va a hacer». Fuentes soberanistas aseguran con toda claridad que la mesa de diálogo sobre el llamado «conflicto catalán» entre Gobierno y Generalitat se va a celebrar antes del 15 de julio. El gobierno de Pedro Sánchez acepta de esta manera el ultimátum lanzado por el vicepresidente catalán y coordinador general de ERC, Pere Aragonès, quien este lunes dio un mes de plazo para que ambos gobiernos vuelvan a verse las caras.
El ultimátum surgió efecto y el Gobierno asumió —privadamente— el compromiso de sentarse a la mesa antes del 15 de julio. La relación entre el PSOE y ERC, sin embargo, sigue envenenada, puesto que nada ha sido igual entre socialistas y republicanos desde la irrupción de Ciudadanos como socio de Sánchez.
Fuentes conocedoras de cómo Sánchez ha ido tejiendo la llamada «geometría variable» durante los estados de alarma sostienen que Cs exigió en uno de los pactos que se apeara a ERC de los acuerdos. Y el PSOE accedió a hacerlo una vez, pero no dos. Y, así, de momento, siguen las cosas.
Sea como fuere, desde que Ciudadanos ha cobrado el rango de aliado del PSOE, un sector de Esquerra defiende la ruptura total con los socialistas. Pero este sector ni es el sector mayoritario ni es el dominante, porque Aragonès, bendecido por Oriol Junqueras, considera que hay que agotar el recorrido del diálogo con el Gobierno antes de cambiar de estrategia en el contexto de la precampaña catalana.
En paralelo, Sánchez ha tenido tiempo y experiencia de sobras para comprobar que, por el momento, puede mantener a ambos socios a tiro y eso mismo quiere mantener mientras pueda. El presidente del Gobierno ha logrado que los vetos cruzados entre Ciudadanos y ERC se estén difuminando y ambos partidos son partidarios en este instante de que sea la coalición de PSOE y Podemos la que estalle con sus incongruencias.
«La contradicción la tienen los sectores verdaderamente progresistas del PSOE y de Unidas Podemos por todo lo que supone para ellos pactar con Ciudadanos», dicen ahora en ERC, expectantes ante la evolución de las conversaciones con todas las partes.
Sánchez ha dado la instrucción al PSOE de que las conversaciones con Ciudadanos prosigan y también ha dado la orden de mantener el hilo con ERC. Su visión es que, mientras sea posible, no hay que renunciar a ninguno de ellos, por mucho que la alianza con Esquerra incomode a barones como Guillermo Fernandez Vara (Extremadura) o Javier Lambán (Aragón).
Con los dos pactos, la duda, por supuesto, es saber cual de ellos puede ser en los vertederos antes, y en qué momento. Y un punto crítico será la mesa de diálogo sovereigntist, como el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y Junts per Catalunya quiere dejar ningún asfaltado de esta carretera. Si la tabla no, una posibilidad de que el PSOE y ERC están teniendo en cuenta, el campo catalán se está acelerando.
Pese a todo, Aragonès mantiene conversaciones (no muy frecuentes) con Sánchez y más abundantes con la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, en varias líneas, entre ellas, en la de dar algún contenido a la mesa de diálogo soberanista.
Hace una eternidad, el pasado 26 de febrero, una comitiva de la Generalitat se trasladó al Palacio de la Moncloa para constituir la Moncloa la mesa de gobiernos. Además de los presidentes, participaron en la primera reunión dos vicepresidentes, cinco ministros, tres consellers y dos diputados de ERC.
Lanzaron un comunicado conjunto anunciando encuentros mensuales alternando entre Barcelona y Madrid, en los que no necesariamente tenían que estar Sánchez y Torra, y en los que se adoptarán acuerdos «en el marco de la seguridad jurídica”, algo que todas las partes interpretaron a su gusto.
En aquel entonces el coronavirus era, en términos políticos, poco más que la razón por la que los organizadores del Mobile World Congress habían echado el cierre a la edición de este año. La enfermedad comenzó a expandirse, pero incluso después de las manifestaciones del 8M y de los primeros contagios en el Congreso, había conversaciones en busca de una fecha para un nuevo encuentro que incluso se planteó realizar a través de videoconferencia.
Finalmente, el 13 de marzo, ya con el estado de alarma encima, la mesa soberanista quedó aparcada hasta mejor momento. Torra, en este tiempo, se ha mostrado contradictorio: la ha urgido (porque seguía habiendo “presos políticos” y “gente en el exilio”) y la ha dado por inútil a la vista de cómo ha manejado la pandemia el mando único.
Ahora, con el terreno despejado para su nueva celebración en julio, quedan dudas que todavía no están ni despejadas ni negociadas. ¿Van a participar Sánchez y Torra?
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