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Pedro Sánchez empieza a tener claro que no se puede estar en misa y repicando. Que, amarrado a priori el apoyo del PNV, tendrá que elegir entre las otras dos fuerzas a las que mira -Esquerra Republicana y Ciudadanos- para aprobar los Presupuestos de 2021, que son mucho más que eso. Son la puerta de salida de la crisis del coronavirus y, sobre todo, el pasaporte del Gobierno PSOE-Podemos para mantenerse en el poder. Porque, sin Cuentas, tampoco hay legislatura. Tras el globo sonda del domingo, al aprovechar el presidente su comparecencia para pedir «unidad» y acuerdos «transversales» en torno al proyecto, ayer los aludidos dejaron claro que no prestarán su apoyo gratis.
Al contrario. Tanto los republicanos catalanes como los liberales de Inés Arrimadas tienen sus condiciones. Y son mutuamente excluyentes. Mesa de diálogo en Cataluña, para los primeros, y enmienda a la totalidad a los planteamientos de Pablo Iglesias, para los segundos. La Moncloa ya ha dejado claro que intentará, como primera opción, reeditar la mayoría de la investidura, aunque sabe que no lo tendrá nada fácil por el explosivo clima preelectoral en Cataluña. De ahí que Sánchez no cierre la puerta, ni mucho menos, a los naranjas.
La presión de JxCat sobre ERC hace muy difícil que los de Oriol Junqueras puedan sostener a Sánchez si antes no se han sometido al veredicto de las urnas. Pero el president Torra, el único que puede apretar el botón rojo, no solo no quiere convocarlas a la vuelta de verano, como exigen los republicanos y el PSC, sino que ayer, sin ir más lejos, trató de suspender la vista en el Supremo que decidirá sobre su inhabilitación, presentando un recurso de súplica. Incluso aunque se celebrara cuando está fijada, en septiembre, el president podría esperar a la sentencia para disolver el Parlament, con una campaña armada sobre el victimismo judicial. Por si fuera poco, en Moncloa no tienen claro que ERC apueste por un tripartito de izquierdas y temen que pretenda seguir gobernando con los neoconvergentes con el apoyo del PSC a cambio de sostener a Sánchez.
En ese clima, ERC dio ayer un mes, hasta el 15 de julio, al presidente para convocar la mesa de diálogo en Cataluña, que solo se ha reunido una vez, en febrero, y quedó congelada por el estado de alarma. «La pandemia no puede servir para aparcar el conflicto», avisó Pere Aragonès, que insistió también en que las Cuentas deben tener acento social e inspiración progresista. Por ello, Esquerra cree que es «incompatible» coincidir con Cs en el apoyo al proyecto e «insostenible» que el Gobierno opte por dos modelos distintos para aprobar los Presupuestos.
Mientras, los naranjas tiraron de la cuerda en dirección contraria. La portavoz nacional, Melisa Rodríguez, avisó de que no entrarán en la ecuación si las Cuentas llevan el sello de Podemos y acaban marcadas por sus políticas «surrealistas». Así se refirió a contemplar más ingresos que gastos, «criminalizar» a los autónomos o presentar una subida de impuestos «como única solución». Está por ver cómo resistirían los de Iglesias un acercamiento a Cs si la única alternativa es romper el Ejecutivo de coalición, pero, de momento, los barones del PSOE también empujan a Sánchez hacia los naranjas para no quedar en manos de fuerzas soberanistas. «Los Presupuestos no van a ser los que queramos nosotros, ni los que quiera Podemos, ni Cs, ni nadie. Tiene que ser aquel que sume. Hay que intentarlo», advirtió ayer el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, en un mensaje directo a los socios morados.
El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero calificó ayer a Ciudadanos como «el peor experimento de la democracia». Unas palabras rotundas que llegan en un momento en el que el Gobierno intenta acercarse a la formación naranja para conseguir su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado.
El anterior líder del partido, Albert Rivera, respondió al expresidente en Twitter asegurando que su crítica «es un elogio, viniendo del peor gestor económico que tuvo nuestro país». Poco después, en una rueda de prensa telemática, la portavoz de Ciudadanos, Melisa Rodríguez, señaló que el mensaje de Rivera le parecía «moderado» y arremetió contra Zapatero, al que tildó de ser «el peor presidente de la historia».