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Entre todos
Dos nombres emergen este lunes en la prensa francesa tras la resaca de la épica final Argentina-Francia (3-3, con triunfo de la Albiceleste en los penaltis). Por un lado, el más que previsible Kylian Mbappé, el «rey corona según el nombre del diario L’Équipe y que remató pichichi del Mundial de Qatar. Por otro, el héroe (casi) imprevisto para los franceses: Kolo Muani. El delantero del Eintracht Frankfurt encarnó esa línea de momento que con su el coraje y la fuerza física ayudaron a los azules a volver al juego, que obviamente los argentinos dominaron durante casi los primeros 80 minutos.
“Tal vez Qatar no lo propulsó a lo más sensato del mundo, pero Kolo Muani se reveló en el festival como el invitado maravilla de la selección de Francia. La revelación
Estos ajustes adelantaron levemente durante media hora a unos blues que pecaron de falta de fútbol colectivo, a pesar de ser uno de los grupos más productivos del torneo. Pero en el 78′ en un partido sin peligro evidente, Kolo Muani adelanta a Otamendi y fuerza el penalti de 2-1. El conjunto entró entonces en el reino de la locura. Y el delantero del Eintracht tuvo en sus pies la posibilidad del héroe de su país, pero Dibu Martínez guardó su remate en el último minuto de la prórroga. de sentimientos tendría que haber estado pasando por su cerebro en ese momento. (
La funcionalidad inteligente de Kolo Muani simbolizó la revuelta de Marcus Thuram, Camavinga, Coman, Konaté o Fofana. Con su velocidad e intensidad, así como la gran pegada de Mbappe, la fila del momento francés ayudó tácticamente a mantener a flote a un equipo inferior. siete ajustes y los suplentes estaban a un buen nivel. Eso demostraba una de las constantes de Francia en este Mundial: con derrota por lesión, tenían una alternativa apetecible.
«En Francia, hay un gran vivero de futbolistas talentosos y entrenadores de base en los barrios populares», Yves Gergaud, el head scout del Paris FC (el club del momento en la capital francesa) y quien descubrió en su momento a Coman. . , Kimpembe o Ferland Mendy.
El equipo de Deschamps acabó el encaje con hasta nueve jugadores afrodescendientes, además de Thuram, de Guadalupe, en las Indias Occidentales. Todos ellos, eso sí, nacidos en Francia, a excepción de Camavinga, que lo hizo en Angola. , y el propio Thuram, que nació en Italia, donde su padre jugaba en ese momento. Sin duda, este es un reflejo del carácter multicultural del blues, cuya larga trayectoria resulta confiada gracias a la inmensa carrera en la que se han convertido las «banlieues». .
“Como ya había sucedido con los grupos campeones en 1998 y 2018, esta selección de Francia estaba compuesta por una gran cantidad de futbolistas de barrios populares o del momento o de la 3ra generación de inmigrantes”, dijo William Gasparini, profesor de la Universidad de Estrasburgo. Según este sociólogo del deporte, “tanto en el fútbol como en el rap hay una representación gigante de esos sectores de la población francesa, mientras que en otras actividades, como la política, hay un techo de cristal que les impide integrarse.
El equipo finalista muestra la oportunidad de integrar y publicitar todos los talentos. Representa un zasca para el discurso racista y xenófobo. «En una Francia que algunos reaccionarios describen como al borde de la guerra civil, el espíritu de equipo de 22 franceses de otros países caminos de la vida es imaginable y natural», dijo el columnista Thomas Legrand al diario progresista Libération.
Este equipo también refleja la Francia negra-blanca-beur (negro-blanco-árabe), el lema acuñado en 1998 para exaltar a un país victorioso gracias a su multiculturalidad. Mientras que hace dos décadas este lema generó un consenso seguro y el fantasma de la unidad. En la popularidad de la diversidad, el país vecino sufre la creciente penetración de ideas de extrema derecha. Y está mucho más dividido en el debate identitario.
Hasta el punto de que varios internacionales, como Dembélé, Coman o Tchouaméni, se han ganado muchos insultos racistas en las redes sociales en las últimas horas. Algo ya había pasado el año pasado con Mbappé, cuando falló un penalti decisivo en la Eurocopa. Una demostración que ni siquiera una funcionalidad deportiva inteligente no aplaca el odio al racismo.
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