La bomba en la conferencia de la noche del miércoles fue que el subsecretario Hugo López Gatell estima que, más allá de los 3 mil 181 contagiados de coronavirus que la autoridad sanitaria tiene identificados, en realidad podría haber 26 mil 519 mexicanos que, sin saber o resintiendo los síntomas, ya portan el virus y están en condiciones a compartirlo con al menos ocho personas más, entre familiares, compañeros de trabajo o de transporte público.
El encuentro nocturno con reporteros fue, más que una conferencia de prensa, una especie de taller para que los periodistas y los millones de personas que seguimos la transmisión por internet comprendamos cómo se extiende la epidemia y entendamos la importancia de la consigna de “quédese en casa”.
El llamado zar del coronavirus explicó que según sus estimaciones, si no cumple las recomendaciones repetidas a diario, una y otra vez hasta el cansancio, cada portador del virus puede contagiarlo a otras ocho personas, de suerte que, (y esto lo digo yo que nada se de estadísticas) mediante una repetición de multiplicaciones, en otras cinco, estaríamos transmitiéndolo a toda la población del país.
El escenario es espeluznante porque la transmisión generalizada podría ocurrir en un periodo de tiempo no determinado, pero breve, si bien debe consolarnos que la mayoría de los mexicanos estamos cumpliendo con el “quédese en casa”.
Pero no se requiere ser catastrofista ni esperar a que pudieran ocurrir las cinco multiplicaciones para que el problema se vuelva inmanejable. Bastaría con que a la cantidad actual de los que ya se consideran contagiados hicieran lo suyo a razón de ocho por cada uno, para que estemos viviendo tiempos de apocalipsis por más que no necesariamente todos tendrían que ingresar a los hospitales Covid-19.
Es decir, nada falta para que en una conferencia nocturna o en la mañanera del Presidente López Obrador, ya estemos hablando de que la autoridad sanitaria estima que 212 mil 152 mexicanos estamos infectados.
Es decir, en un solo episodio el sistema médico estaría colapsado porque, por culpa de los neoliberales o de quien sea, no estamos preparados para enfrentar la velocidad del contagio, al igual que el resto de países, como Estados Unidos, Italia, el Reino Unido y España, cuyos números diarios dan escalofríos.
Es probable que los días de descanso de la Semana Santa ayuden a reducir un poco la velocidad del contagio, pero más temprano que tarde, es decir, a finales del mes, estaremos entrando a la fase tres del problema y con seguridad las medidas de aislamiento se recrudecerán.
Es probable que, para entonces, por más que se resista el Presidente López Obrador tendrá que recurrir a lo que menos desea, a medidas draconianas, por ejemplo, el toque de queda que muchos mexicanos no podrán cumplir por más que sus actividades no se consideren esenciales.