Ráfaga de la canon, y la cuarta pared

La construcción del relato video-escultórico de El canon rebelde de Mark Aerial Waller (Reino Unido, 1969) se basa en recuperar, romper, intervenir, mezclar, reescribir, resignificar y, en última instancia, rasgar el ojo del espectador y entregarle el lápiz, porque para reflexionar sobre el canon desde el arte primero hay que subvertirlo.

Este es el principio en que se enraiza el trabajo de este creador británico, que se desenvuelve desde hace 25 años en las coordenadas del cine, el videoarte, la fotografía y la instalación con referencias transversales de la cultura pop, y que el espacio CAAM-San Antonio Abad condensa en un mapa antológico que constituye la primera exposición retrospectiva de su obra en España, bajo el comisariado de la historiadora del arte grancanaria Gemma Medina.

El canon rebelde (The Wayward Canon) toma su nombre de la plataforma homónima fundada por el artista en 2001 en Londres, concebida como un espacio de intervención y experimentación cinematográfica donde se deconstruyen y amplían las fronteras del lenguaje de algunos clásicos olvidados del cine. Una parte de sus trabajos se basa en la técnica narrativa del metraje encontrado (found footage), que estriba en la apropiación matérica de imágenes fílmicas para manipularlas, recombinarlas y recontextualizarlas, con el fin de crear nuevas lecturas que, a un tiempo, revelan su propio artificio formal.

Sin embargo, en el plano social, esta técnica pone de manifiesto una vocación crítica con respecto a los cánones establecidos que, en palabras de la comisaria, «invita a repensar el papel que tuvieron las vanguardias como ruptura de las convenciones artísticas y potencial de expansión de las posibilidades del lenguaje».

En esta línea, la pieza Yoga Horror (2002) combina fragmentos de una película de terror de culto en Gran Bretaña, que el artista invita a visionar mientras se practica yoga en unas esterillas plateadas, toda vez que, en la planta superior, Phantom Avantgarde (2010) se constituye como un collage de recortes de personajes de películas referenciales del cine del existencialismo y situacionismo en el París de los años 60 que, fotocopiadas y ampliadas a escala real, reconfiguran una nueva constelación de tramas y significados proyectados en un espejo contiguo, que juega con las fronteras del espacio.

Junto a ese uso estructural de material apropiado, ambas piezas comparten su juego interactivo, ya que cada una invita al espectador a posicionarse en el espacio, romper la cuarta pared e integrarse en la obra. Esta premisa adquiere su máxima expresión en el proyecto site-specific The flesh is gone of course… (Por supuesto, su piel ha desaparecido…), creado de forma expresa para esta exposición, que recartografía el patio de la sala CAAM-San Antonio Abad como un bar o espacio de encuentro en torno al universo de referencias cruzadas de Aerial Waller, que despliega proyecciones de vídeo, documentos y estudios de astronomía, filosofía o arte pop que remiten, en un ejercicio de metarreflexión sobre su propia obra, a guiños presentes en el conjunto de la exposición. El propio espectador habita esta pieza y, además, activa la obra a su entrada a través de un censor de movimiento, ya que, según el artista, «el espectador es el que completa necesariamente la obra». Por otra parte, el vídeo que se proyecta en esta obra, Time stops when you put it on (El tiempo se detiene cuando lo activas, 1996), es el mismo que el artista creó en los albores de su carrera para la exposición colectiva Islas, que inauguró ese año el CAAM, comisariada por Orlando Britto, director actual del centro, de modo que el círculo se cierra como un viaje de regreso al centro de sí mismo.

Con todo, la mirada multirreferencial e intertextual de Aerial Waller, que se deshoja en todas las capas de interpretación que admitan los ojos del espectador, atraviesa el resto de obras de El canon rebelde, a las que hay que enfrentarse con las puertas de la imaginación abiertas, como en la pieza Popcorn casts, donde el artista retrata los residuos de roscas y entradas rasgadas en una sala vacía de cine y nos invitar a reconstruir las sensaciones del público frente a la gran pantalla.

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