Si en España hay alguien consciente de que la solución a la coyuntura de la pandemia pasa por un reajuste en las cuentas públicas de un Estado que se ha abocado al excesivo gasto público, a la saturación de la liquidez y a la inyección de subsidios sin respaldo en una base sólida de ingresos por exportaciones, ese es Pedro Sánchez. El déficit se ha convertido en su peor enemigo y en su némesis desde que llegó al poder.
Es por ello que el presidente del Gobierno se ha comprometido a que la salida de la crisis económica que ha generado la Covid-19 en el país sea “justa y en positivo”, pero ha advertido de que “habrá que atajar en el futuro un déficit elevado del entorno del 10 % del PIB”.
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Esto implica que la brecha entre ingresos y egresos de las finanzas del Ejecutivo abarca un saldo negativo de 120.000 millones de euros, es decir, el 10% del PIB español, estimado en 1,2 billones de euros.
Durante la sesión de control al Gobierno en el Pleno del Congreso, Sánchez ha respondido así a la diputada de EH Bildu Mertxe Azipurua, que le ha preguntado si “se compromete a no hacer recortes como los que hubo durante la crisis de 2008”.
Por lo tanto, el gran reto que enfrenta la administración socialista y el Gobierno de coalición de izquierdas (PSOE y Unidas Podemos) es la implementación de un programa de recapitalización de las inversiones públicas para generar empleo, incrementar el consumo, elevar la recaudación de impuestos y así cerrar progresivamente el déficit para que la liquidez emitida no genere más deuda pública, sino que realmente contribuya a la recuperación económica del país y de la sociedad española después de que pase el ciclo de recesión y destrucción multidimensional originado por la pandemia. @mundiario
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