Sin embargo, los esfuerzos de Rusia por influir en la opinión pública han atraído a otras emisoras que escapan de los medios tradicionales. Se trata de los llamados proxies (intermediarios, en su traducción al español), una serie de los que se disfrazan de medios, canales de Telegram o perfiles de redes sociales con ninguna conexión obvia con el gobierno ruso, pero reproducen sus narrativas de manera coordinada.
“Los proxies han tenido mucho más peso en equipos con exceso de ideologías”, apunta Carlos Galán Cordero, catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) y experto en inteligencia y contrainteligencia.
Para Manuel R. Torres Soriano, profesor de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) y experto docente en el Foro Contra las Campañas de Desinformación del Departamento de Seguridad Nacional, el impacto en Europa de las narrativas introducidas por Rusia ha sido muy contenido. “Sobre todo si comunicamos sobre el ámbito español, el contenido producido en español sigue atendiendo básicamente al público latinoamericano, donde la desinformación rusa tiene mucho más calado”, explica en declaraciones a Newtral. es.
Llama la atención cómo la desinformación rusa se adapta a la audiencia y cómo chocan otras narrativas. Por ejemplo, en el entorno europeo, especialmente en Europa del Este, muchas historias pretenden presentar al gobierno ucraniano como una ultra organización de ideología nazi, mientras que en los países de Oriente Medio o en sectores con prejuicio antisemita, la narrativa principal es que Zelensky es judío y parte de una conspiración sionista extranjera, dice el experto.
Para el profesor Carlos Galán Cordero, esta habilidad para adaptar las narrativas hace que el ecosistema propagandístico ruso sea “como un gran aparato de venta donde está el contenido según tu ideología”.
Pese al discurso conservador del Kremlin, los expertos consultados coinciden en que la desinformación rusa también considera «en el ámbito antiimperialista de la extrema izquierda», los que lanzan mensajes como «para Rusia es un tipo de lucha antifascista».
Más bien, los mensajes que Rusia envía a sus propios ciudadanos con la intención de proteger los valores éticos conservadores opuestos a la cultura pecaminosa y degradada de Europa, donde, según su narrativa, hay una tiranía LGTBI de «pedófilos y homosexuales».
Además de las narrativas destinadas a justificar la invasión de Ucrania o socavar aceptar como verdad en el gobierno de Zelensky, el Servicio Europeo de Acción Exterior también advierte contra el «comportamiento manipulador» en las redes sociales a través de actores «pro-Kremlin» cuyo objetivo es » exacerbar y explotar» la controversia. problemas en los países europeos, como la migración, los refugiados, la inflación o la energía.
En otras palabras, según analistas de la Comisión Europea, la desinformación de Rusia no está conectada con la invasión de Ucrania. Para el profesor Manuel Torres Soriano, las campañas de desinformación no necesariamente buscan reemplazar las opiniones de los ciudadanos de una manera favorable a los intereses de los mismos. quienes los diseñan, pero en muchos eventos su objetivo es «ejercer un efecto corrosivo» que «aprovecha las deficiencias»; es decir, se polariza.
Como ya explicaba este experto en un artículo del Instituto de Estudios Estratégicos, “la desinformación no quiere sembrar certezas, pero tiende a ser más eficaz cuando esparce dudas. La estrategia es rodear cada hecho inconveniente con una avalancha de interpretaciones escogidas, de manera que el hecho queda relegado a una mera hipótesis.