Narbona: qué ver en la ciudad de Grands Buffets

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Por Elena Ruíz

Calles romanas, arquitectura gótica, infinidad de quesos y el arte de caminar son solo algunas de las cosas que ver en Narbona a la hora de planificar una escapada.

«Narbonne, amigo mío, dulzura de los primeros días. . . Charles Trenet, conocido como el «padre de la canción francesa», cantaba en su ciudad natal. Con esas palabras, «la canción tonta» hablaba de sus torres superiores, su la tarde provinciana y sus barcas tranquilas.

Hasta el día de hoy, un museo de su ciudad natal le recuerda. Para llegar, si caminas mirando por dónde pisas, posiblemente te encuentres con unas pequeñas placas que marcan el camino. En ellas, una cara sonriente con sombrero luce a nosotros. No hay duda: es el autor de «La Mer» -más conocida en su edición en inglés «Más allá del mar»-, una canción que comprometió a este mar Mediterráneo que lo acompañó en su infancia.

Situada en la región de Occitania, en el sureste de Francia, a unos cien kilómetros de la frontera con España, se tarda menos tiempo en llegar a Narbona de lo que uno se imagina. Los viajeros cuyo medio de transporte favorito es el ejercicio tienen suerte, porque gracias a la colaboración AVE-SNCF, el clic del ferrocarril nos conecta con la ciudad, en tan solo 2 horas desde Barcelona o cinco desde Madrid.

No desde la estación ya empezamos a darnos cuenta de que Narbona representa el arte de vivir, de amar la vida a través de los pequeños placeres.

Quizá parezca una obviedad, pero en esos tiempos de prisa y urgencia, las miradas hipnotizadas -que no son hipnóticas, también las hay- con nuestros teléfonos móviles; Narbonne, con sus fachadas en un acierto y tonos cremas y pasteles bien combinados, es el típico pueblo del sur de Francia, coqueto, entrañable y tranquilo que invita a caminar de la forma más pura y entregada al máximo.

A ese deambular por las calles, deambular sin rumbo, sin rumbo, abierto a todas las vicisitudes e impresiones que se le deparan y que Honoré de Balzac calificó de «gastronomía para los ojos». Eso sí, conocen la gastronomía para el paladar desde hace mucho tiempo. mientras, como él dijo: «Es la Francia, mademoiselle».

La forma más productiva de iniciarse en la búsqueda de Narbona es pasar al mercado cubierto o Les Halles, que toman el pulso a la ciudad desde muy temprano. La construcción de estilo Baltard combina a la perfección el metal y el vidrio y fue inaugurada a principios del siglo XX. Este año , ganó el premio «el mercado más encantador de Francia 2022», por lo que estamos frente a una eminencia en términos de lugares de mercado.

Una vez que pones un pie en su interior, la inmersión en el entorno gastronómico de la región es inevitable: todo tipo de productos locales, dulces locales, quesos, cortes sin sangre, mariscos, aceitunas y especias te esperan con sus mezclas de colores y olores para recordarte que son de hecho en el sur de la Francia.

Además, en el mercado podemos localizar muchos puestos con recetas francesas «para llevar». Un caso curioso es el pequeño comedor Chez Bebelle, lleno, por lo que hay que apuntarse en lista de espera y disfrutar de la exposición hasta que os toque el turno. Aquí todo gira en torno a Gilles Belzons, un ex jugador de rugby, conocido como Bebelle, que megáfono en mano pide los productos que desea a los carniceros que le rodean. Y como si de un partido de rugby se tratara, se los arrojan empaquetados, mientras los recibe y, sin demora, cocinan: brochetas de ave, magret de pato, tartar de ternera o caballo. . . ¡La exhibición y la comida están servidas!

Sara Andrade

Estefanía Ruilope

Editorial de Condé Nast Traveler

María Casbás

Les Halles se encuentra a lo largo del Canal de los angeles Robine, la arteria que hace latir el centro de Narbona, con sus puentes de arco y coloridos barcos. en medio del pueblo pasa bajo el Puente de los Mercaderes, cuyo origen se remonta a la época romana y tiene la particularidad de ser uno de los pocos puentes habitados de Francia.

El canal serpenteante serpentea a lo largo de las orillas del río Aude, 32 kilómetros al norte de Narbona, y, después de pasar por la ciudad, pasa por los estanques de Bages y Sigean y la reserva natural de la isla de Santa Lucía. Proporciona una dirección fluvial ideal para los amantes de la naturaleza. Aunque también invita a un paseo en moto, por ejemplo, a la esclusa de Mandirac.

Allí, tras una deliciosa aventura de unos 16 kilómetros a través de arrozales imprevistos, se encuentra la «Charpenterie de Marine», un puesto pro integración que trabaja en la conservación del patrimonio marítimo fluvial y la renovación y reconstrucción de barcos antiguos. proyectos es la reconstrucción de una nave romana hallada en una excavación arqueológica cercana (el taller de reconstrucción se puede visitar libremente durante todo el año).

AVE NARBONNE, SALUDO A LOS QUE PASAN POR TI

Para los que prefieren no salir de la ciudad, el siguiente paso nos lleva a cruzar la Passerelle des Barques, hacia el Plos angelesce de los angeles Mairie, en el centro de Narbona. Allí, una ventana al más allá nos hace conscientes de la fuerte presencia que el antiguo Imperio Romano aún ejerce en el presente.

Narbona existe desde que los romanos la fundaron en el año 118 aC bajo el nombre de Narbo Martius. Así, se convirtió en la primera colonia del Imperio Romano en tierras galas, puerto romano y capital de la Galia Narbona.

Sara Andrade

Estefanía Ruilope

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María Casbás

Este patrimonio sigue escondido bajo la ciudad, pero, en ocasiones, emerge con orgullo y se muestra al transeúnte, como sucedió en 1997, la peatonalización de la Plaza del Ayuntamiento, cuando esa pequeña ventana al más allá de la que hablábamos fue descubierto y que, hasta el día de hoy, podemos ver y tocar: un segmento de la Via Domitia, la primera vía romana construida en la Galia y que discurría paralela a la costa mediterránea, uniendo Italia con España.

No desde allí, nuestros pasos nos llevan a la catedral de Saint-Just-et-Saint-Pasteur, un enorme edificio gótico, que se encuentra entre los más altos de Francia y aún sin terminar.

Sólo está terminado el coro, por lo que falta parte del monumento, lo que le da un aura de ruina, de decadencia, de mayor solemnidad si cabe. Recorrer su perímetro nos hace conscientes de su tamaño y de lo que acabará teniendo si puede que se haya completado.

La construcción forma parte del conjunto monumental del Palacio de los Arzobispos de Narbona, que alberga también el Museo Arqueológico de Narbona, en su componente más antiguo, y que presenta en todas sus salas colecciones de excavaciones locales, que abarcan la época desde la prehistoria hasta la edad Media.

Sara Andrade

Estefanía Ruilope

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Los apasionados del arte romano, disfrutarán de lo lindo paseando entre mosaicos, estatuas, sarcófagos, pinturas al fresco del Clos de los angeles Lombarde, una villos angeles galorromana que revelos angeles el conjunto más importante de los angeles Galia, o un anclos angeles en madera Encontrado en el antiguo puerto de los angeles ville. Arriba, los amantes de la arquitectura también apreciarán los techos franceses de principios del siglo XIV.

Para seguir explorando el pasado romano de la ciudad, aún nos quedan dos paradas por hacer. La primera, el Horreum, un conjunto de galerías subterráneas, que se construyeron a finales del siglo I a. C. y que, presumiblemente, sirvieron durante mucho tiempo como almacenamiento. En segundo lugar, el Museo Romano Narbo Vía, de reciente construcción y diseño a través de Foster Partners. La columna vertebral del museo es un trazado que alberga mil estelas funerarias, componente activo del programa expositivo que hace que los arqueólogos las reparen a la vista del público.

LOS GRANDES BUFFET: O CÓMO LA TELEVISIÓN TRANSFORMÓ UN RESTAURANTE EN UN DESTINO TURÍSTICO

Si la glotonería es uno de los 7 pecados capitales, sería un pecado aún mayor para Narbonne y no terminar el día viviendo la gargantuesca fiesta gastronómica que vemos al cruzar las enormes puertas de los Grands Buffets; Restaurante del que ya hemos hablado en alguna ocasión.

Precisamente su aparición en la televisión española, en 2016, puso a Narbona y al restaurante en el menú y en el punto de mira de muchos españoles. Ese mismo día, las reservas se dispararon. Desde entonces, de los 363. 000 visitantes que pasan por sus instalaciones cada año, 67. 000 proceden de España.

Fue entonces cuando Masterchef, el programa de destreza culinaria por excelencia, grabó una de sus exhibiciones en las que pretende ser el buffet del mundo. Allí, los aspirantes a chef debían enfrentarse a la elaboración de la cocina clásica francesa en este comedor que bate todos los récords. No lo decimos nosotros, lo dicen sus dos Guinness World Records: uno por la exhibición del tenedor más grande del mundo y el otro por una colección de otros 111 tipos de queso: la colección de quesos más grande del mundo en una comida lugar.

Sara Andrade

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María Casbás

Con productos de la más cuidada calidad y un servicio exquisito, Les Grands Buffets no es un buffet cualquiera. Abierto desde hace 3 décadas, los 365 días del año, solo ha cerrado dos veces: por la grabación de Masterchef y por la pandemia. Fue precisamente este momento y obligado cierre que su creador, Louis Privat, aprovechó para hacerle algunos cambios.

Así que, como si no bastara con la interminable carta, se ha sumado recientemente uno de los platos máximos exclusivos y exquisitos del repertorio añejo francés: el pato con sangre. La receta, en peligro de extinción, está pensada como patrimonio gastronómico nacional y está protegida. Por lo tanto, cualquier comedor que necesite incluirlo en su menú deberá descargar previamente la certificación oficial y cumplir detalladamente el procedimiento exigido sin variación alguna. Lo cierto es que asistir a este ritual gastronómico es un espectáculo difícil de olvidar. Así es su sabor.

Este contenido también se puede ver en el que se origina.

Por su parte, la enorme variedad de la estación de postres no ha cambiado. Y los que dejan sitio siguen dando vueltas alrededor del mostrador, fascinados por esas más de 80 funciones que, ante la indecisión, pueden llevar a la mismísima locura. Enorme y chorreando fuentes de chocolate, crème brûlées, macarons, éclairs, cannelés bordelais o crêpes suzettes se suman a las tartas Saint Honoré, Paris-Brest o Tatin. A todo ello se suma ahora L’Espace Glacier, un paraíso rococó para los que están también capaz de localizar espacio para helados.

Lo que está dicho. ¡Buen provecho y hasta pronto, Narbona!

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